"Todo lo que cazamos, lo cazamos al vuelo".
Los gatos son buenos ejemplos de la futilidad de toda persecución. Cuando tratamos de sentarlos en nuestro regazo, se retuercen para quedar libres. Cuando queremos que entren a la casa, difícilmente lo logramos. Pero si nos sentamos y nos ocupamos en algo que no los incluye, entonces arañan la puerta para entrar y nos ruegan sentarse en nuestras rodillas. Lo mismo ocurre con los ángeles. Si los perseguimos y les pedimos que se nos aparezcan, nos miran a la distancia cuando empezamos a usar nuestra energía para vivir nuestra propia vida, sin andar persiguiendo cosas que están fuera de nuestro alcance, los ángeles se nos aparecerán todo el tiempo, y nosotros estaremos tan ocupados en vivir que los consideraremos una parte natural del escenario.